SAN SEBASTIÁN
LA CALLE DE LA MEMORIA 1946. «Ofensiva contra el bolsillo»: sube el café Sólo les faltó poner que la subida se había perpetrado. No llegaron a tanto, pero en DV titularon: «El domingo se consumó una elevación en los precios del café». Estábamos en plena postguerra, con los cinturones apretados. Tomarse un cafelito era uno de los pocos vicios accesibles, así que el incremento en su precio se sintió y se comentó por toda la ciudad. La noticia la dio con acidez Txibirisko en la sección Saski-naski tal día como hoy, 24 de marzo de 1946: «A partir de hoy, si no en todos, por lo menos en algunos cafés los precios se aumentarán. Un café, dos pesetas. Y, dentro de poco a las dos pesetas habrá que añadir 25 céntimos de la terraza, y a las 2,25 el 20 por 100 correspondiente a las nuevas disposiciones para mejorar el racionamiento de las tarjetas de tercera. (…) Como siempre, la culpa se carga al aumento de precio del kilo de café. No está mal. Por cada cinco pesetas -no llega a tanto- que ha subido el kilo, el aumento de veinte céntimos en café. Adelante, adelante, señores cafeteros. ¿Mientras se pueda…!». Dos días después, un reportaje de Alfredo R. Antigüedad constataba que la taza de café con leche había subido en numerosos establecimientos donostiarras de 1,80 a 2,10 pesetas, que en el año 1946 eran demasiadas pesetas, máxime cuando se preveían nuevas subidas y cuando «esta ofensiva contra el bolsillo de los habituales en los cafés», en expresión del articulista, se extendía a otros productos. La taza de manzanilla aumentaba también treinta céntimos, de 1,40 a 1,70 pesetas, y en la copa de Tío Pepe el alza era de 1,20. «Puestos a realizarlo, no se han andado con chiquitas», escribía Antigüedad, quien sospechaba que sus críticas le ocasionarían problemas personales: «Los dueños de los cafés nos dedicarán su peor mal humor y estamos seguros, por cumplir nuestro deber de escribir lo que escribimos, de perder su estimación». Con más humor se lo tomaban en la sección Sirimiri, donde días después se comentaba: «Ahora va con los maridos; tomar el café en casa y la copa en diálogo con la mujer, resulta muy aburrido. Está uno deseando acabar del comer para irse a la tertulia del café. Pero, también aseguran -aunque no lo creemos- que esta verdadera institución se tambalea (…). Sale más barato y mejor trasladar la tertulia al despacho del amigo, o a la sociedad, o incluso montar un localito, comprar las botellas, el café y unas cafeteras». |